Esta es la historia de alguien que tuvo que despedirse de su perro, la historia de cualquier musher, bikejorer, canicorsser,... en definitiva, la historia de cada uno de nosotros.
Hace dos años un tipo soñador miraba desde su asiento de plástico de un aeropuerto noruego hacia una pequeña caja de perros. La ilusión no le dejaba parar de mirarla. Allí estaban los dos observándose, él con el convencimiento de la victoria, ella con el susto en el cuerpo. Una pequeña y perfecta perrita cargada de la mejor genética y envuelta como para regalo con un precioso manto marrón y blanco. No podía ser más perfecta. Ella le transformó y él se gano su respeto. La mimó hasta la exageración, la cuidó, la subió al sofá, aguantó sus ladridos por la noche y sus gimoteos por la mañana y la entrenó, sobretodo la entrenó. Para ellos iba en serio. Salían temprano y otra vez al anochecer, salían en casa y en la playa, entrenaban solos y entrenaban con otros... él confiaba en ella y ella le enseñó todo lo que pudo. A ella le encantaba jugar, correr, volar y él procuró estar a su altura. Ella cumplió su parte del trato, le convenció de que eran invencibles, le convenció de que no es malo perseguir sueños, luchar por las metas más altas y a cambio él la hizo feliz.
Siempre es injusto perder a una gran amiga, pero todavía tienes que enseñar al mundo lo que aprendistéis juntos.
Va por vosotros... Javier & APLHA
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